martes, 11 de agosto de 2009

Nubes y claros


Se hizo la oscuridad. Oscuridad absoluta. La hegemonía del negro frente al resto del espectro visible.

Todo se nubla, nada tiene sentido. Tal vez lo peor es que estás cómodo, no te apetece recibir ningún rayo de luz. Te reconforta tu soledad, a la vez que te ahoga en la más agónica pesadumbre. Ayuno voluntario, desde el más recóndito rincón de tu arrinconada mente. Total sumisión de tus sentimientos bajo una tristeza exasperante. La congoja se transmite a tus seres más allegados. Todo se nubla, nada tiene sentido.


Has entrado en un túnel, oscuro y cadavérico, que no tiene salida. Estás atrapado, pero tal vez lo peor sea que tú no quieres salir. Te aferras a tu kinesfera, te proteges bajo tu escudo de llanto y amargura. Te sientes la persona más desgraciada del mundo. Todo se nubla, nada tiene sentido. Tus ojos están llorosos, ojos vidriosos, hinchados, inyectados de sangre. Sangre que ya no tienes en tu interior, está escarchada, congelada, criogenizada a tu voluntad. Sangre, rojo pasión. Rojo de la llama en tu interior que has apagado, por la falta de oxígeno necesario para la combustión de tus inquietudes.

Mientras tanto, fuera de tu túnel, la vida sigue su curso. Cruel humanidad, cuán malévola puede ser que no dirige el centro del mundo hacia tu problema. Los pájaros siguen cantando cada mañana mientras tú sigues sumido en la oscuridad de tu habitación. Todo se nubla, nada tiene sentido. Todos y cada uno de los trabajadores se despiertan, desayunan y marchan para trabajar, mientras tú sigues derrumbado en tu trinchera, oculto bajo tu frío manto marchito. Sigue lloviendo en tu cueva, está helada, pero tú no tienes frío. La gente en la calle sale, toma café, se desinhibe de sus problemas secundarios. Sigue habiendo gente que no tiene para comer, sigue habiendo gente que no tiene agua para asearse, sigue habiendo gente que muere en hospitales, sigue habiendo gente que sufre bajo el yugo de la maldad del hombre. Qué sabrán ellos de problemas. El tuyo es el único y verdadero problema importante.

Todo se nubla, nada tiene sentido. Pasan los días y tu problema se convierte en enfermedad, te sientes totalmente abatido, te planteas incluso el sentido de la vida. ¿Acaso no pensabas que lo que acabas de perder era tu vida misma? Todo se nubla, nada tiene sentido. Tu túnel cada vez es más largo, más oscuro, más húmedo, más inhóspito, pero en el fondo de tu pensamiento, te encuentras a gusto, lo encuentras confortable. La pena que te invade se retroalimenta gracias a que tú no haces nada para cambiarlo. Realmente no quieres cambiarlo.

Las semanas pasan y cada vez estás más débil, eres un alma en pena, anímicamente destrozado. Monotonía de lluvia y granizo tormentoso, tedio abrasante. La tormenta continúa en su punto más álgido. Avanzas por el desierto de penurias y lágrimas con el sol abrasador de tu tristeza en su zénit. Necesitas agua, pero no quieres beber, necesitas alimento, pero no quieres comer. Prefieres ir adquiriendo ese tono pálido y amarillento de un cadáver. Eres un cadáver, quieres ser un cadáver. Todo se nubla, nada tiene sentido.

Las noches son infinitas para ti. Tus noches se prolongan más de veinticinco horas, y tú no haces nada para cambiarlo. Te gusta la noche, la oscuridad. Todo se nubla, nada tiene sentido. Tu día se hace noche y ya no existe la luz para ti. Tu túnel se prolonga hasta el horizonte. Todo se nubla, nada tiene sentido. Te falta el aire, te sobra el aire, aire manido y contaminado, tóxico y purulento. Eres un ánima raída.

Pero un buen día te despiertas como de costumbre, con tu rostro cadavérico y el halo de frío que te abarca, tras una larguísima noche. Abres tu ventana para dejar entrar la oscuridad como de costumbre, y te llevas una sorpresa, algo totalmente inesperado. El sol entra por los cristales rompiendo toda penumbra, destrozando tu escudo, resquebrajando tu coraza. Los reflejos derriban toda sombra posible. Y un gran arcoíris se erige en el exterior, grande y esplendoroso con sus colores vivos, destruyendo el negro que tanto te gustaba. Y hoy sí te apetece contemplarlo, siempre había estado ahí, pero era hoy el día elegido para ello. En tu cara se dibuja un esbozo de sonrisa. Ya no hay nubes, las cosas van tomando sentido.

Para Bárbara.

Cuatro mil doscientos treinta y tres carácteres.